Pocas veces en la historia de la humanidad se ha dado una confluencia de conocimiento e inspiración como la que dio forma y significado al jardín en Al Àndalus.
Cuando nació Hammam Al Ándalus hace 25 años sabíamos que se abría, por primera vez desde el siglo XVI, una puerta a un período de la historia en el que el saber, la belleza y el cuidado del cuerpo, en perfecta armonía con el espíritu, marcaron un paréntesis de luz entre las sombras de la alta Edad Media, una puerta que nos invitaba a entrar en una historia fascinante pero con el deseo de aterrizar en el presente. Porque la filosofía andalusí que combina perfectamente la aspiración espiritual, la pasión por el saber y el cuidado del cuerpo, es hoy, después de diez siglos, totalmente contemporánea. Porque en Al Àndalus filosofía, medicina y espiritualidad eran prácticamente indisociables, por eso los grandes médicos de la época, como Ibn Masawayh, eran también filósofos y poetas, del mismo modo que personajes tan relevantes como Ibn al Jatib desplegaban con la misma brillantez su faceta científica, literaria y política, quizás por eso se habla de Al Ándaluscomo de un Renacimiento varios siglos antes del que vivió Leonardo Da Vinci.
La puerta en el tiempo que abrimos con el primer Hammam Al Ándalus en Granada, también daba directamente al jardín, porque los baños andalusíes eran en muchos casos la antesala a los jardines que transformaron las tierras del sur en auténticos vergeles, así, del mismo modo que los baños de Comares en la Alhambra se yuxtaponen a los jardines, quisimos que nuestro Hammam tuviera su propio jardín.
Si algo llama la atención para un lector o una lectora actuales, al repasar alguno de los libros en los que se describe con detalle cómo era y cómo se vivía un jardín andalusí, es sin duda esa mezcla indescriptible de sensibilidad, sabiduría y placer que es el alma del jardín. Nunca antes, ni tampoco después durante siglos, se pensó en el placer de los sentidos como parte fundamental de una vida plena, sin ningún tipo de oposición con las formas mas elevadas de espiritualidad. Por eso quisimos que El Jardín de Hammam fuera ante todo una celebración del gozo de vivir, un canto a la vitalidad. Pero no solo placer de los sentidos, también cuidado del cuerpo. La cosmética, el perfume, el uso de plantas medicinales, de aceites terapéuticos… alcanzaron cimas que hoy nos siguen sorprendiendo, en parte porque seguimos utilizando fórmulas que ya se conocían en el siglo IX. ¿Cómo no explorar todo ese conocimiento y traerlo a la era de la biotecnología? ¿Cómo no rendirse a todo ese universo de innovación, diversidad y tradición que son las bases del jardín andalusí?
El jardín es un refugio ecológico, un libro abierto con mil historias, la síntesis perfecta de la naturaleza y la sabiduría humana, pero también es un símbolo del paraíso, el que aún hoy podemos disfrutar si nos lo proponemos, espacio para la contemplación, para nutrirse y para inspirarse, un regalo permanente que fluye al ritmo de las estaciones y que se nos ofrece sin condiciones. La frase célebre del filósofo enciclopedista Voltaire “Tenemos que cultivar nuestro jardín”, debería ser un mantra cotidiano para quienes vivimos en la era del estrés y la ansiedad.
Busquemos nuestro propio jardín, nuestro rincón de bienestar, de lentitud y de sosiego, de aromas que nos hacen viajar a través de múltiples emociones, de caricias y de sonidos que están ahí para que los disfrutemos, sin pedir nada a cambio.
Queremos cultivar nuestro Jardín de Hammam con la misma devoción, conocimiento y sensibilidad que dieron forma eterna a los jardines de Al Ándalus.