Ritual del Té
El Té es el arte del gesto
La bebida mágica con la que nos abrimos a los amigos, recibimos al viajero y compartimos el silencio o la charla, dejando que los sentidos y el espíritu se fundan en el momento presente. La tradición andalusí requiere un vaso de cristal transparente, símbolo de pureza y honestidad; los aromas de la menta, la naranja o el limoncillo que hacen honor a la frescura del jardín. Finalmente, sonido del precioso líquido al caer en el vaso, como un rumor de fuente, un gesto que recuerda la veneración por el agua.

Un ritual que expresa el deseo de acoger, abriendo a los amigos las puertas de la casa y del espíritu.

Preparar en una bandeja redonda de metal plateado, vasos de cristal trasparente en los que se colocan hojas frescas de menta y/o una rodaja de naranja, según el té que se vaya a servir.

En la misma bandeja colocar un cuenco o un plato con almendras, dátiles o higos secos, el acompañamiento perfecto para el té según la tradición andalusí.

Preparar el té en una tetera, a ser posible de metal plateado. Para una tetera de agua a punto de ebullición, se añade el equivalente de una cuchara de postre bien colmada de té. Se deja reposar 3 minutos.

Servir el té en los vasos desde una altura de unos 20 centímetros para que el líquido choque con el cristal, este sonido, como de una fuente, forma parte del ritual. En la bandeja se dispone también de un cuenco con azucarillos (no azúcar en polvo)

Una vez servido el té, el anfitrión abre la conversación interesándose por la salud, la familia y el trabajo de los invitados… es el momento de la escucha y del intercambio desde el corazón.
El frescor de la tarde en el jardín
La menta se percibe con todos los sentidos, refresca e inspira por su color, su aroma y su sabor. Los ramos de menta fresca recién cortada del jardín son un regalo para la salud y el placer, desde las jaimas de los beduinos en el Sinaí, hasta los palacios de Al-Ándalus. Menta y hierbabuena, transforman el agua en un elixir que estimula la imaginación y nos transporta al patio sombreado de un jardín nazarí.


El recuerdo del patio de los naranjos
En la mezquita de Córdoba, la joya del primer emir Omeya, Abd-Al-Raman I, hay un lugar en el que la paz se transforma en plenitud, el patio de los naranjos. El ritual del té a la naranja revive la pureza del abrazo y la hospitalidad para el amigo y el viajero, invitándole a compartir el cálido silencio, perfumado y sereno, del patio al atardecer.